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Jota Murciana

Murcia

Fundada por el emir árabe de Córdoba Abd-Al-Rahman II allá por el año 825. Pese a que la presencia de musulmanes en la región, se remonta al año 713 cuando el general Abdelaziz entró  por el paso natural del valle del Guadalentín, camino de Cartagena, para enfrentarse a los hispano-visigodos. Posiblemente justo en esa elevación hubiese antes un poblado ibérico y algunas villas romanas, tal como lo revelan los numerosos hallazgos arqueológicos encontrados, entre otros emplazamientos, bajo la actual Gran Vía Escultor Salzillo. La ciudad se creó cercada por una muralla de 15 metros de altura jalonada con 95 torres defensivas, así como 9 puertas que la comunicaban con el exterior. Además, la ciudad quedó resguardada por el cauce del rio y por la acequia mayor que discurría por su lado norte. En el siglo XIII, el desorden impera por todo el reino, lo cual mueve a la sublevación de poblaciones como Lorca, Mula, Cartagena y Aledo. Por otro lado, el emir de Granada puja en la frontera con Murcia por invadir el reino y, a su vez, la Corona de Castilla tiene reconquistada desde 1213 la mayor parte de Albacete, provincia castellana entonces y durante toda la Edad Media, gracias a su anexión a las de Toledo y Cuenca. Esto mueve a los últimos emires árabes a pactar con la Corona y convertir Murcia en un reino dependiente y protegido de la Corona, pasando a depender de guarniciones castellanas las principales ciudades de la región pero respetando la autoridad del emir moro. Así, entre 1243 y 1244 se lleva a cabo  tal compromiso. En 1266 (febrero) Jaime I de Aragón entra en la ciudad anexionándola al reino de Castilla y, finalmente, hacia finales de siglo, Murcia pasa a ser no solo reino protegido sino también gobernado por la Corona de Castilla. Hacia finales del s.XIV y durante el s.XV fueron expulsados todos los moriscos de la región y pacificado los territorios tanto de la zona como de las fronteras con regiones vecinas, lo cual dió un período de estabilidad que se reflejó en el desarrollo de Murcia. Así, en el s. XVI, florecieron todas las ciudades del reino. El arte y la cultura también se vio revitalizado y se proyectaron magnas obras como la construcción de la Iglesia de La Merced.

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